Y les dieron la razón...

J. Aguiar

Como base para este escrito, se hace necesario retrotraerse a la Reforma Protestante, bajo cuyo impulso fueron realizadas versiones bíblicas a diversas lenguas europeas. La primera traducción completa de la Biblia desde los idiomas originales (hebreo, arameo y griego) al castellano fue la Biblia del Oso (1569), de Casiodoro de Reina, que sería revisada por Cipriano de Valera (1602). La primera y una de las pocas versiones en castellano trasladadas, en lo que al Nuevo Testamento se refiere, desde el textus receptus. La conocida y amada Reina-Valera, la “reina de las versiones bíblicas en español”, en palabras del teólogo y expositor bíblico Dr. D. E. Luis Carballosa.
Hasta no hace tanto tiempo, las diferentes congregaciones evangélicas de habla hispana empleaban y recomendaban el uso de la Reina-Valera, si bien, se decantaban por alguna de las tres últimas revisiones: la de 1865; la de 1909, y la mayoría, por la última: la Reina-Valera de 1960, la más reciente y completa adaptación ortográfica y terminológica que, por el anhelo de ganar en claridad y sencillez, cedió levemente en exactitud (p. e., Romanos 8:32). Tal motivo ha fundamentado que desde su difusión se haya repetido desde los púlpitos la expresión “como decía la versión antigua” para, a continuación, citar de alguna de las revisiones anteriores, por lo que continuaban presentes en la vida de los creyentes y en las reuniones de las iglesias.
A diferencia de la situación precedente, en los últimos años hemos asistido a una verdadera eclosión ininterrumpida de versiones bíblicas como nunca antes se había conocido ni imaginado. A primera vista puede parecer un panorama favorable, al facultarse la consulta de diferentes maneras paralelas de trasladar unos mismos textos al idioma castellano. Si así fuera, no habría necesidad de plantear inconveniencias. Pero tal situación no deja de ser un mero espejismo que no se corresponde con la realidad: en la afirmación anterior deben suprimirse las expresiones “unos mismos textos”, en realidad “unos textos divergentes”. Si se compara la Reina-Valera con las últimas versiones que se distribuyen en las librerías y se promocionan por la red, se pueden verificar numerosas diferencias, de carácter no sinonímico.
De esta manera, en reuniones públicas de congregaciones evangélicas, la lectura pública de la Biblia se ha convertido en un problema, una fuente de conflictos y motivo de discusiones, una verdadera torre de Babel. Cada uno tiene “su versión”, la adopta y la usa sin atender a otro criterio que la apetencia personal no razonada, ni razonable. En cuanto al ministerio de la Palabra, resulta ensombrecido y menoscabado, pues se centra en cuestiones de “texto” y no de aplicación práctica; la atención de la audiencia queda perturbada y la confianza en el Libro eterno se tambalea: se difunde la duda y la inseguridad. Muchos expositores bíblicos, tanto de viva voz como en comentarios impresos, llegan al extremo de lamentar el uso de la versión bíblica clásica en castellano o dedican sus esfuerzos a explicar por qué “casi todo” está mal y qué habría que corregir o, directamente, suprimir, sea una palabra, un versículo o la mitad de un capítulo. Ya no se predica que cada palabra y signo cada inserto dentro del Libro Santo es vital e insustituible (Mateo 4:4; 5:18), ni tampoco se afirma con marcado énfasis que no se puede añadir ni sustraer nada de cuanto contiene (Apocalipsis 22:18, 19).
En este punto, es evidente que las campañas de difusión de los postulados de la “crítica textual”, a través de distintos medios, rinden copioso fruto. Casi cualquier persona, sin necesidad de ningún tipo de preparación en ciencias lingüísticas, se referirá sin rubor a que las variaciones en las nuevas versiones tienen justificación y pronunciará las expresiones clave: “los mejores manuscritos”. Tal vez los que articulen estas palabras desconozcan cuántos ni cuáles son; ni tengan en cuenta si esos manuscritos coinciden o más bien si se contradicen, como resulta muy frecuente.
En realidad, habría que aludir a los “peores manuscritos”, dado que se trata de los de la familia alejandrina, localizados en un ámbito en el que abundaron las herejías, en el que hubo falsos maestros capaces de manipular a sus oyentes y de enmendar o “corregir” lo que estaba escrito, para sustituir lo eterno por caprichos humanos. Además, los “mejores manuscritos” citados con tanta frecuencia, de escaso número, resultan divergentes no solamente entre ellos, sino con respecto a la mayoría de testimonios antiguos del Nuevo Testamento.
Esos “mejores manuscritos” pertenecen al grupo y corresponden al tipo de los rechazados tradicionalmente y muchas de las variantes que proponen ya fueron denunciadas por los reformadores del siglo XVI; sin embargo, ahora se muestran encumbrados tras una extraña reevaluación de su linaje. Han sido usados para reescribir el Nuevo Testamento en lengua griega, de manera que se ha generado un nuevo corpus, un texto bíblico artificial, surgido a través métodos pseudocientíficos, conocido como “texto crítico”.
Todo esto conlleva una consecuencia trágica. La aceptación de los fundamentos de los críticos supone la asunción del “desconocimiento” del auténtico texto bíblico, lo que hace necesario adoptar un texto “provisional”, el que en cada momento haya sido decidido por los “expertos” en la materia (en la peculiar materia de decidir qué debe formar parte de la Biblia). Como los “mejores manuscritos” de la crítica textual resultan contradictorios en miles de pasajes, se atiende a ciertas normas, que han sido realizadas para favorecer sus propios intereses. De todos modos, al final, la decisión de que un versículo deba ser eliminado de la Biblia será la decisión de un comité, según inferencias, suposiciones y, sobre todo, intuiciones, habitualmente interesadas.
Ahora bien, el descrédito de la Reina-Valera no surgió en medio de los evangélicos, como se verá en siguiente caso. En 1967 se publicó, la Traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras (en adelante, “TNM”), de la secta de los “testigos de Jehová”. Desde el primer momento esta versión suscitó el rechazo por parte del pueblo evangélico, que nunca la ha visto con buenos ojos. Además de la abierta y consciente manipulación de pasajes en los que se afirma la deidad del eterno Hijo de Dios (p. e., Juan 1:1), se podía comprobar la supresión de palabras y versículos completos. Esto último se debía a que los “testigos” emplearon los textos críticos para su traducción. Es decir, usaron la misma base textual que hoy se está imponiendo en medios protestantes, sin que ahora existan resistencias ni reacciones entre los evangélicos. Estos son los días en los que cada uno tiene “su propia versión”.
Sin afán de exhaustividad, se mencionarán algunos ejemplos de la comunión entre la TNM y las nuevas versiones que están introduciéndose en nuestro medio de forma sigilosa, difundiendo la forma vigente del inestable texto crítico:
1)      Dos referencias a la divinidad de Cristo que se sustituyen por expresiones que no la impliquen. Así, por ejemplo, el título “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” queda reemplazado por “el Santo de Dios” (Juan 6:69), en versiones tan recientes como la Biblia Textual, al igual que ya sucedía en 1967 con la TNM. Debe tenerse en cuenta tanto la simplificación en cuanto al número de palabras, pero también la pérdida de la clara referencia a la deidad de Cristo en una franca profesión de fe.

Reina-Valera, revisada 1960
TNM y Biblia Textual
“…tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
“…tú eres el Santo de Dios”.

El título “Hijo de Dios” queda sustituido por “Hijo del Hombre” (Juan 9:35), tanto en la TNM como en la Dios Habla Hoy, La Biblia de las Américas, Nueva Versión Internacional y otras[1].

2)      La introducción de contradicciones dentro del Nuevo Testamento. Entre lo relatado, según la TNM en Mateo 19:16-18 y los pasajes paralelos (Marcos 10:17-19; Lucas 18:18-20), habría que señalar dos elementos discordantes, que se perciben en la Biblia Textual y en Nueva Traducción Viviente, entre otras. Debe concluirse que Mateo estaba equivocado y que los “mejores manuscritos” son correctos o bien que Mateo no estaba equivocado pero los “mejores manuscritos” no son tan “buenos”, ni “de excelente calidad”, como quieren hacernos creer. Las contradicciones presentes en la TNM y en las nuevas versiones protestantes no concuerdan con la inspiración del Libro inerrante e infalible (1 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21), ni con la providencial preservación de lo que está escrito y permanece escrito (Marcos 13:31).

Reina-Valera, revisada 1960
TNM
Biblia Textual
Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?

Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?
Maestro, ¿qué cosa buena haría yo para tener vida eterna?
El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios.
Él le dijo: “¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo que es bueno? Uno solo hay que es bueno…
Entonces él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno…

3)      El ajuste de la TNM a los textos críticos queda verificado en Hechos 16:13, al igual que la vinculación entre la traducción de los “testigos” y las nuevas versiones protestantes. Según una nota a pie de página de la vigésimo séptima edición del Nuevo Testamento Nestlé-Aland, en que se expone el desconocimiento de sus editores acerca de cómo debería ser la “forma” original del texto, se sugiere la traducción “pensábamos que había un lugar de oración”, que es exactamente la que se encuentra en la TNM, de 1967. Diferente a la Reina-Valera, pero muy similar a la ofrecida por la Biblia Textual, Nueva Traducción Viviente, Traducción en Lenguaje Actual, La Palabra

Reina-Valera, revisada 1960
TNM y Nuevo Testamento Nestlé-Aland (27.ª ed.)
Nueva Traducción Viviente
“…donde solía hacerse la oración…”
“…pensábamos que había un lugar de oración…”
“…donde pensamos que la gente se reuniría para orar…”

El panorama es evidente y sus consecuencias, negativas para la vida de las iglesias y de los creyentes. Existe un interés inusitado en inundar el mercado con nuevas versiones, que, de igual manera que algunas sectas, traducen a partir de textos críticos y comparten el rechazo por la Reina-Valera, en particular las tres últimas revisiones, que continúan en uso. No les demos la razón a los “testigos de Jehová”. Simplemente, por que no la tienen. Bueno será que, tanto en la conversación personal como desde el púlpito, se siga escuchando “como decía en la versión antigua”, antigua y actual.
En definitiva, todo se reduce a la expresión del desprecio hacia el textus receptus del que se tradujo el Nuevo Testamento de todas las grandes versiones bíblicas surgidas al calor de la Reforma y, en el caso de España, la Reina-Valera. Nuestra traducción clásica no es otra que “la reina de las versiones” en castellano, a través de la cual miles y miles de almas han conocido la verdad y recibido la salvación por la fe en Cristo Jesús. De una fuente corrupta no habría podido emanar tanta salud. Por tanto, no seamos engañados ni manipulados por parte de aquellos que creen juzgar el texto bíblico y privarnos de cualquier certidumbre. La “crítica textual” es una pseudociencia y los resultados de sus investigaciones pueden ser tan variados como sus participantes, que no rehúsan esgrimir como argumentos infundadas y arbitrarias suposiciones.
No que cada cual tenga “su propia versión”, muestra de que vivimos una “reactualización” de días anárquicos en cuanto a lo espiritual (Jueces 21:25). No estamos autorizados a variar ningún trozo de la Biblia, ni tan siquiera una letra. No nos hemos de preocupar por el “texto”, puesto que Dios mismo se ha comprometido con la preservación de Su Palabra a través de los siglos y las edades. Nuestra labor consiste en aprenderla, memorizarla y practicarla, nunca cuestionarla, ni enmendarla. No hemos de difundir el error ni de transmitir inseguridades y dudas en aquello que es firme, perdurable e inconmovible, cual roca que resiste tormentas, riadas y vientos huracanados. Porque la Biblia es “la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). Amén.

“Firme es cual fuerte roca Tu Evangelio” (cántico 598, Himnario Evangélico).




[1]  Biblia Textual, Reina-Valera Actualizada, Traducción al Lenguaje Actual, La Palabra, Nueva Traducción Viviente